jueves, 1 de marzo de 2012

3.4. Los partidos clandestinos

El desarrollo económico de los años 60, que trajo cambios sociales de envergadura, con el éxodo rural y la emigración a Europa, hacía ver que el régimen iba a durar. La celebración de los XXV Años de Paz en 1964 y las sucesivas legitimaciones por referéndum de las leyes fundamentales, así como el nombramiento como sucesor a título de rey de Juan Carlos de Borbón, obligaban a los movimientos de oposición a cambios de estrategia poco eficaces. El llamado franquismo sociológico se asentaba como una fuerza probablemente mayoritaria en la población.


La Primavera de Praga y el mayo francés de 1968 produjeron una crisis de conciencia en la izquierda europea. En los partidos españoles también. El PCE (partido opositor) llega a condenar la intervención soviética en Checoslovaquia, y comienza a diseñar, junto con el PCI y el PCF la etiqueta del eurocomunismo. Surgen grupos de extrema izquierda de orientación trotskista o maoísta muy atractivos entre jóvenes que comienzan a llamarse progres.  Prácticamente todas las Universidades españolas registraron respuestas estudiantiles hasta los primeros años de la transición. Más éxito tuvieron los movimientos sindicales clandestinos, como Comisiones Obreras, que siguió una política realista de aprovechar las oportunidades que ofrecían los sindicatos verticales para la mejora de las condiciones de los trabajadores. Destacadas personalidades fueron Marcelino Camacho, del PCE y CCOO, y el Padre Llanos, sacerdote obrero muestra del alejamiento de grupos dentro de la Iglesia del nacionalcatolicismo y el acercamiento de los movimientos cristianos de base a la oposición.

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