LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL FRANQUISMO
En 1973, Franco estaba ya gravemente enfermo y por primera vez nombró un jefe de gobierno, el almirante Carrero Blanco,
que fue asesinado en diciembre de ese mismo año en un atentado de ETA.
Su desaparición fue un duro golpe para el franquismo, ya que se le
consideraba el personaje clave para asegurar la continuidad del régimen.
A partir de ese momento, se hizo más evidente
la consolidación de dos grupos dentro del franquismo. Los inmovilistas
defendían el mantenimiento intacto del franquismo aun después de la
muerte del dictador, mientras los aperturistas apostaban por un progreso
de reformas progresivas, aunque muy limitadas en los primeros momentos.
En
enero de 1974 se constituyó un nuevo gobierno, presidido por Carlos
Arias Navarro, que prometió un apertura política, pero las reformas
anunciadas fueron insignificantes. Muchos aperturistas mostraron su
descontento ante
la timidez de los cambios, mientras en la calle la necesidad de
mantener intactos los principios y las instituciones del franquismo.
Los antifranquistas se coordinaron en plataformas unitarias (Junta Democrática y Plataforma Democrática) y manifestaron
que no aceptarían ningún cambio que no comportase la concesión de una
amnistía, el reconocimiento de las libertades y la convocatoria de
elecciones libres. En la calle, las movilizaciones populares en demanda
de ka democratización del régimen aumentaron significativamente.
Ante
esta situación de fondo, y en medio de un grave conflicto en los
territorios españoles del Sahara, Franco murió el 20 de noviembre de
1975.
LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA
El 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos I juró
su cargo como Rey de España y en su mensaje dejó entrever su voluntad
de promover el cambio político. El nuevo gobierno, presidido también por
Carlos Arias Navarro, se mostró incapaz de llevar a cabo cualquier
reforma democrática y el Rey formó su dimisión.
Franco nombra sucesor a Juan Carlos.
En
esta situación, la oposición democrática impulsó movilizaciones
reivindicativas. En la calle, la población expresó mediante huelgas y
manifestaciones su deseo de un cambio político que comportara la
amnistía para los presos políticos y la recuperación de las libertades democráticas.
En
julio de 1976 fue nombrado presidente Adolfo Suárez, un político
aperturista que inició el camino legal para el desmantelamiento del
franquismo.
El gobierno buscó el apoyo de la oposición, que aceptó una reforma pactada,
es decir, la consecución de la democracia mediante un compromiso entre
todas las fuerzas políticas partidarias de instaurar un régimen
democrático en España.
En 1976 se aprobó la Ley de Reforma Política, que organizaba la transformación de las Cortes
franquistas en un Congreso de Diputados y un Senado elegidos por
sufragio universal. Al año siguiente se legalizaron los partidos
políticos y los sindicatos, se suprimió el Movimiento Nacional y se
concedieron dos amnistías políticas.
Las primeras elecciones libres desde la Guerra Civil se convocaron para el 15 de junio de 1977. El camino a la democracia estaba abierto.
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